Por Antonio Garabito Ramírez
En el conflicto interno que vive el partido Revolucionario Dominicano las partes en pugna han fijado diferentes posiciones sobre lo que a su entender es la solución a la crisis de ese legendario partido.
El sector que lidera el presidente del partido plantea que la solución se encuentra en el respeto a las decisiones de los “organismos del partido”; organismos que cargan con una legitimidad cuestionada debido a la destacada participación de las figuras que lo integran en el conflicto. Además de que una parte de esos organismos hace mucho tiempo que no sesionan válidamente, puesto que no son convocados con la frecuencia que mandan los estatutos, es decir, la Comisión política tiene aproximadamente un año que no es convocada por el presidente y los estatutos establecen en su artículo 34, que la misma debe reunirse ordinariamente una vez a la semana, los mimo sucede con el Comité Ejecutivo Nacional (CEN), el cual debe reunirse cada tres meses, según establece el articulo 30 de la normativa interna del partido.
El sector que dirige el ex presidente Hipólito Mejía ha insistido en su posición de que la solución a la crisis se encuentra en la celebración lo antes posible de la convención para renovar las direcciones nacionales, municipales y zonales del partido.
Todo indica que ambos sectores están convencidos de que la solución de la crisis interna se encuentra en el avasallamiento de un grupo por parte del otro, de lo que se colige que no están dispuestos a cohabitar con su contendor en el partido. Ese convencimiento de ambos sectores dificulta una salida inteligente a la crisis que vive el PRD, porque no es inteligente buscar una solución que reduzca al partido a su mínima expresión y lo lleve irremediablemente a su 6ta. derrota al hilo.
La posición del Ingeniero Miguel Vargas se torna inconsistente y con argumentos poco convincentes, puesto que enarbola el respeto una institucionalidad que él se ha encargado de diezmar hasta convertirla en inoperante, lo que la ha hecho caer en una evidente falta de legitimidad; además de que la ha utilizado para intentar sacar del juego político interno a los actores principales del conflicto, Hipólito Mejía, Andrés Bautista, Orlando Jorge Mera y Geanilda Vásquez, lo que lejos de constituirse en una solución, constituye un agravante de la crisis.
La posición del sector que lidera el ex presidente Hipólito Mejía de que la salida es la convención se presta a una serie de cuestionamientos tales como: ¿Quiénes participarían en esa convención?, ¿Hay posibilidades de establecer quienes tienen derecho al voto, dónde está el padrón?, ¿Tiene el PRD en la actual coyuntura las figuras que puedan constituirse en árbitros válidos para montar una convención cuyos resultados sean creíbles y puedan ser aceptados por todos?.
En el contexto actual lo que menos resuelve la crisis del Partido Revolucionario Dominicano es la convención; paradójicamente lo que nos tiene sumido en la situación de crisis que vive el partido y que ya nos impidió tomar el poder en el 2012, es precisamente una convención.
Es un grave error pensar que la democracia e simplemente aritmética. La democracia es capacidad de concertación, es respeto por los espacios ganados por los diferentes actores, es organización y disciplina. La idea de que el PRD puede retomar su vocación de poder sin el concurso de todos los hombres y mujeres que lo integran es una quimera y ya eso quedó demostrado en el proceso pasado; los que de un lado y de otro que están jugando al desplazamiento de la competencia interna al punto de hacerlo dejar la organización estarán buscando otra cosa no el poder.
La solución a la crisis actual y la prevención a otras que pudieran generarse en el futuro hay que verla en la capacidad que tengan los principales actores de concertar un gran pacto interno para refundar el partido y convertirlo en una organización adecuada a los nuevos tiempos, en la que la democracia no sea sinónimo de libertinaje, a los fines tener una militancia en la que se sepa quienes somos, cuantos somos y donde estamos; un pacto que redefina la estructura interna, que elimine organismos que solo han servido para perpetuar figuras y obstaculizar el relevo generacional, un pacto que reduzca esos organismos supernumerarios, para hacerlos realmente funcionales y gobernables y sobre todo un pacto que garantice una reforma interna para que todo el que pertenezca a un órgano de deliberación del partido, como es el CEN y la comisión política, se haya sometido al escrutinio de la mayoría.
“La verdad no es un artículo que se compra y se vende con beneficios” Juan Bosch
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