Imagen
de Duarte publicada en la Gaceta Oficial
No. 2688, de fecha 26 de febrero de 1916 (cortesía de Virgilio Gautreaux
Piñeiro)
Por Welnel Darío Féliz
Como conoce todo el país, el año 2013 está dedicado
a conmemorar el nacimiento de Juan Pablo Duarte. Para la ocasión, desde los
últimos tres meses de 2012, articulistas e historiadores han dedicado sus
espacios para escribir sobre el patricio, dictar conferencias, disertar en escuelas
y colegios, ocupar los medios de comunicación visual y de audio y editar libros
y revistas sobre el tema. El 25 de enero, la asamblea nacional le rindió un
egregio tributo, acompañado no solo de discursos y canciones, sino de una
exposición de retratos y otros eventos, que incluyó el ya clásico arreglo
florar en su monumento ubicado en el parque independencia.
Las conferencias, los discursos, las presentaciones,
los artículos y los libros que se han publicado, lucen un poco más de lo mismo,
con excepción de algunas que aportan noticias interesantes, como el caso del
dato traído por Emilio Guerra, de que Duarte no nació en la casa que hasta
ahora se atribuía, la mayoría se diluye en análisis y exaltaciones, con nuevas
palabras e, incluso, algunas ampliaciones de las conjeturas sobre su vida.
No es para menos tantas consideraciones redundantes
acerca del patricio. Y es que Juan Pablo Duarte es un personaje extraño, un
prócer cuya vida y obra es casi completamente obscura, pues las informaciones
que sobre él existen no solamente, en su mayoría, provienen de trabajos
escritos del recuerdo, de la oralidad, sino que son contradictorios, poco
dilucidantes. Los pocos documentos existentes no son, en realidad, reveladores,
pues no permiten analizar, con cierta holgura y precisión, al hombre que inicio
una revolución que culminó con la fundación de la República.
La extrañeza sobre el personaje se profundiza, en el
momento en que leemos a historiadores haitianos contemporáneos. Es muy poco
común, por no ser absolutista, que Duarte sea mencionado en los procesos
tocantes a la parte del este, él prácticamente no existe, ni siquiera como
dirigente de los grupos que apoyaron La Reforma en 1843. Duarte es una nebulosa
en la historiografía de la nación haitiana.
Ante tanta incertidumbre documental, la
historiografía dominicana se ha dedicado, desde finales del siglo XIX, a
construir a Duarte, a levantar un Padre de la Patria. Es así que constantemente
se publicaba cualquier información, por ínfima
o poca importante que fuera, sobre el patricio. Desde un verso de una
poesía, una información, una breve noticia, una carta, una anécdota o recuerdo
de algún contemporáneo, hasta su célebre y supra valorado escrito sobre su idea
delo que pudo ser una Constitución. Vale decir que a este revelador documento
se le llama proyecto, pero no llegó a ser un anteproyecto, siquiera una
propuesta.
La poca información del patricio ha llevado a los
historiadores a crear a un personaje mitológico, supra humano, con condiciones
que sobrepasan a los mortales. Se le atribuyen virtudes inigualables, todo tipo
de oficios y cualidades intelectuales sin parangón. Además, un ideólogo, un
visionario, honesto y entregado por completo a la causa, al punto que abandonó amores
juveniles, bienes y familia en pos de la libertad de su pueblo.
Dentro de las tantas acciones, decisiones y palabras
atribuidas a Duarte hay algunas que definitivamente son insustentables, que de
alguna forma niegan el proceso social y político del pueblo dominicano en esta
etapa y constituyen, al mismo tiempo, una ausencia de reconocimiento de la
vocación libertaria del dominicano y la consideración de su aislamiento de
América. Asimismo, deja de lado las propias luchas del pueblo haitiano y las libertades
políticas que existían en el seno de los municipios.
Otras consideraciones son puras conjeturas y
suposiciones, algunas abiertas y reconocidas sin tapujos, otras sutiles. El
reputado historiador Orlando Inoa, en su trabajo Biografía de Juan Pablo Duarte
señala que él (Duarte) “…no cursó estudios superiores formales”, la razón,
acota, “…debido a que el único centro de educación de ese nivel en la isla, la
Universidad de Santo Tomas de Aquino, había sido cerrada en el 1823”.
Preguntamos: ¿Cómo pudo concluir este historiador que Duarte hubiese estudiado
en la universidad si esta hubiera estado abierta? Esto, a todas luces, es
imposible saberlo, a menos que el propio Duarte así nos lo hubiera dejado
escrito.
“La verdad no es un artículo que se compra y se vende con beneficios” Juan Bosch
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