Reflexiones sobre Las Cachúas de Cabral.

Foto cortesía de http://www.pedrogenaro.com/.

Por Welnel Darío Féliz 

En los últimos años, grupos, personas y sectores han expresado preocupación por Las Cachúas. Dicha inquietud radica en la supuesta poca inclusión y participación de los habitantes del pueblo de Cabral a la actividad cultural más emblemática e importante del lugar. Se aduce con frecuencia, que ya los adultos no se visten y los jóvenes se han excluido, solo algunas personas suelen ser recurrentes en el evento y, en adición, muchos de los trajes utilizados no responden a la vieja tradición. 

Estas acciones, para muchos, paulatinamente provocarán una disminución drástica en el futuro cercano, que culminará en la desaparición de Las Cachúas; otros hablan de alguna transformación o el reciclaje en otra actividad; tal vez cambios en sus trajes, sus días de festividad, caretas y características. 

La situación que para muchos afecta a Las Cachúas y su posible solución, amerita de reflexiones que permitan comprender los posibles causales de las transformaciones, el alcance las mismas, sus soluciones y efectos. 

Una de las cuestiones que a veces perdemos de perspectiva es el alcance de la cultura. Ella, como expresión humana y social, es necesariamente cambiante. Tal como evoluciona el ser humano así cambia su actuar cultural, se transforma, se recicla, se readacta, incluso, al punto que lo hoy es, mañana puede ser un recuerdo nuboso. Esos cambios, en ocasiones, pueden ser lentos, al punto que pasan desapercibidos, en otros rápidos y notorios. Hace poco menos de veinte años la bachata era un ritmo de los grupos populares; asimismo, en el siglo XIX el Carabiné el ritmo de baile por excelencia, acaso no desapareció casi por completo. Es así que el pueblo mismo culturalmente no es el mismo de hace solo diez años. 

Las propias Cachúas han evolucionado sustancialmente en el decurso del siglo XX. Desde el uso de caretas, los disfraces, hasta los días en que ella se disfrazaba. Solo basta con saber que fue en 1952 cuando se incluyó la visita al cementerio y esa primera visita no se parece en nada a lo que es hoy día. 

Es así que los cambios son normales y hasta necesarios, pues permiten reinventarnos como sociedad. Lo delicado de los cambios en Las Cachúas son sus causales y sus efectos. 

En primer, lugar hay que observar la evolución natural del pueblo, que incluye la emigración de sus munícipes hacia nuevos espacios de vida y supervivencia. Estos movimientos migratorios provocan que la juventud se aleje de los espacios culturales y por ende no los cultive o les interese. Se suma a esto la acentuación de la vieja creencia de que Las Cachúas es una expresión de los barrios marginados, de la pobreza, de allí que aquellos que vivían en el centro del pueblo o los que se consideraban con recursos no participaban en ella. Como la posibilidad de ascenso económico ha cambiado, irradiando todos los sectores, muchos abrazan el criterio excluyente y comienzan a ver a Las Cachúas como propias de los pobres. 

Un efecto arrollador de último tiempo lo constituye el aumento de los concilios religiosos evangélicos y sus numerosos templos. Estos grupos han aglutinado en sus filas cientos, sino miles de jóvenes, a los cuales se les enseña, se les inculca, sin comprensión ni explicación, que Las Cachúas es una actividad pagana, de allí que ninguno puede participar directamente en esa celebración, so pena de un severo castigo. El efecto es una apatía que se prolonga más allá la membrecía religiosa, por lo que cuando el joven o adulto abandona la secta, es muy posible que no participe en las festividades. 

Un elemento fundamental es el efecto del desfile de carnaval del sábado santo. Concebido como un atractivo adicional dentro de Las Cachúas, las carrozas y comparsas han pasado a ser el evento principal, desplazando por completo las festividades cachúas. El resultado es una concentración de la atención en ese evento y el olvido casi total de los otros días y lo que se hace en ellos. Esta situación ha sido potencializada en los últimos años por la visión dada al denominado Comité Organizador del Carnaval de Cabral, el que se abstrae de Las Cachúas. 

Un fenómeno importante que no es exclusivo de Las Cachúas es la capitalización de las festividades. La cultura, en cierta medida, ha pasado a ser ya no una expresión libérrima y espontánea de la mayoría del pueblo, sino que muchos mediatizan su participación al pago que puedan recibir. Como es normal, los conflictos son constantes, así como los reclamos: la reacción es simplemente no participar en nada, no vestirse de Cachúa. 

Ante la oleada de cambios que experimentan Las Cachúas, muchos acuden a una solución: el obsequio de disfraces, caretas y foetes a jóvenes de la comunidad. Esta parecería una solución viable, en la medida en que con la entrega del disfraz se puede tener mayor número de personas en el evento. Sin embargo, sin menoscabo de los sanos objetivos de esta acción, no puede haber peor daño a un evento cultural, pues se mediatiza una participación libérrima a la donación de los implementos que le caracterizan; de allí que necesariamente genera una negativa costumbre, en la cual sin el regalo del disfraz no hay participación: el resultado final es la no inclusión y la merma futura de la inclusión que se perseguía. 

Entonces ¿Qué hacer? Como dijimos, la cultura es inexorablemente cambiante, de allí que habría que buscar mecanismos de adaptación a esos cambios, los que permitan la concienciación sobre el evento y que la sociedad asuma el mismo, no ya como una simple expresión, sino como un símbolo cultural del pueblo, un elemento esencial de identidad. Todo ello traería de la mano un programa paulatino de orientación a nuestros niños, que desde las escuelas les inculque la importancia de un sello identitario y el sostenimiento del mismo. 

Asimismo, Las Cachúas deben ser un medio que permita vender la cultura y que la misma se convierta en fuentes de ingreso para segmentos poblacionales. Es allí que las autoridades municipales deben actuar, ya con impulsar el destino, ya con vender todo el año a Las Cachúas y sus artículos, ya con exaltar su importancia para con el pueblo inmortalizándola en un museo local. Precisamente, un museo sería esencial para impulsar el amor hacia Las Cachúas, pues en él pueden estar reflejados los actores, las creaciones, el pueblo mismo. Es así necesario asociar a Cabral a Las Cachúas: “Cabral, pueblo de las Cachúas”. 

Mientras este plan, esta “estrategia cultural de desarrollo cabraleña” arranca y se materializa, es adecuado tomar medidas inmediatas que permitan la diversificación e inclusión del pueblo. Algunas acciones pueden hacerse, desde colocar a Las Cachúas como el centro del evento el sábado, premiar a los tres mejores disfraces, mejores caretas, mejores Cachúas, asimismo, organizar el domingo algunos eventos: desfiles barriales de Cachúas, competencia en manejo de fuetes y otros eventos. Asimismo, organizar un concurso de confección de caretas, premios a ser entregados durante la Semana Santa. 

En fin es necesario iniciar acciones tendentes a fortalecer la cultura de Las Cachúas, de lo contrario, tiene la tendencia a desaparecer.
“La verdad no es un artículo que se compra y se vende con beneficios” Juan Bosch

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