"República Dominicana dio
a Caamaño para su misma patria; y verlo luchar contra el imperio más grande del
mundo fue algo excepcional."
Por Yassir Féliz (chukunaky@hotmail.com)
Cumpliendo funciones de un trabajo anterior, tuve a bien
conocer algunas culturas diferentes. Gracias a Dios y mi trabajo, pude amar más
a mi patria cuando estuve unos pocos días fuera mucho más que todos los años
que estuve dentro de ella.
En ese trajinar de todos los años, hubo momentos imborrables
y cómicos, de gran reflexión y grandes preguntas; sin embargo, de todo cuanto
pasé fuera, fue en la hermosa ciudad porteña de Buenos Aires, capital de
Argentina, donde sentí que el orgullo patrio de mi dominicanidad estaba por
encima de los cielos.
Caminaba junto a unos amigos cooperativistas por la
paradigmática e inolvidable calle Florida, cuando decidí acompañar a uno de mis
colegas a una de las tantas tiendas que había. Él colega le había prometido a
una de sus hijas comprarle unas botas de cuero. No se decirles el por qué, pero
desde que pisé la tienda sentí que algo especial había en ella.
Pasaron varios minutos y muchos más hasta que finalmente
fuimos a la caja a pagar la cuenta. En ella había un señor muy mayor, quizás
con una edad por encima de los 60 años. Alto, grandes ojos, mirada expresiva, de
piel y cabellos de nieve y con tantas arrugas como una pasa.
Al escucharnos charlar, el señor, muy amable y elocuente me
preguntó: ¿Vos de dónde eres?. Le
dije “Somos caribeños, Dominicanos”.
Los ojos de aquel afable señor se llenaron, en menos de 3 segundos, de lágrimas.
Salió de la caja de cobros. Fue donde mi. Me dio un abrazo,
a mi amigo también. Se quedó mirando por pocos instantes mientras que mi amigo
y yo nos entrecruzamos miradas preguntándonos de todo sin expresar palabras.
“Un café para los
muchachos y un mate para mi” pidió el anciano mientras con mucha delicadeza
nos invitó a sentarnos en uno de los tantos sillones que adornaban la extensa
tienda. Sus ojos comenzaron a destilar unas piscas de lágrimas que nunca pudo detener.
Aun estaba yo absorto ante tan extraña postura.
“No crean que soy
dominicano. No tengo familias o hijos allá, ni siquiera he visitado su patria,
sin embargo quiero que sepan que su patria dio al ser humano que más admiro en
mi vida: Francisco Alberto Caamaño. Cuya valentía y honor dejó en mi una huella
imborrable que la llevaré para siempre.” nos expresó el porteño mientras
nos presentaba una foto del héroe de la Revolución de Abril que había sacado de
su cartera.
Nos contó que la noche del 28 de abril de 1965, con 19 años
de edad y siendo estudiante de derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA),
supo por la radio de la invasión de USA a República Dominicana. Esa noche no
durmió visitando en una antigua camioneta de su padre a cada estudiante que conocía
de la universidad y motivándolos a protestar en la Plaza de Mayo contra la intervención.
A las 5:am del dia 29 de abril, Plaza de Mayo estaba repleta por cientos y
cientos de estudiantes que protestaban en solidaridad a rito de ¡Fuera Yankis
de Quisqueya!.
Horas después, los organismos de seguridad del gobierno de
Argentina presidida en ese entonces por Arturo Umberto Illia, lo tomaron preso
y torturaron hasta más no poder. A pesar de eso, las protestas siguieron y el pueblo Argentino honró la hermandad idiomática
castellana con República Dominicana.
Me dijo el señor que salió vivo de la tortura casi en plena
ejecución. Un general (que no recuerdo su nombre) le arengó mientras sacaba un
revolver del cinto: “Ahora vos, buen
boludo, quieres hacerte el mártir de una lucha de un pueblo que no conoces
maldito comunista?, pero no te preocupes, te voy a complacer” .
El entonces joven señor, sabiéndose muerto, lleno de
orgullo e hidalguía le dijo: “No sé como
vos, siendo su colega militar aún no entendés que lo que ese país hace no es
comunismo, es dignidad. La dignidad que ningún país latinoamericano ni ningún
militar ha tenido. Luchando con un monstruo que va a su casa a imponerle lo que
quiere”.
El militar volvió a encintar la pistola. Lo miró de manera
reflexiva. Le sonrió y le dijo: “vete”.
“Hoy estoy aquí para
contarlo.” me dijo el viejo. “Ese
general me tomó tanto respeto y aprecio que años después se convirtió en mi
amigo y compadre”.
Nos dijo además que luego de terminar sus estudios, se
dedicó al comercio y que era dueño de la tienda donde estábamos. “Jamás vi a un dominicano. Jamás. Pero quería
ver alguno antes de mi muerte, y ustedes son los que quería ver”.
“¿Por qué líder? Para
contarnos esta bella historia” le dije.
“No” me contestó…
y siguió diciéndome “Lo que quiero
decirle es que nosotros dimos un Ché para Cuba enfrentando los cubanos, pero República
Dominicana dio a Caamaño para su misma patria; y verlo luchar contra el imperio
más grande del mundo fue algo excepcional. EL
CHÉ ES UN PIBE, CAAMAÑO ES UN GIGANTE”.
"La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés." Antonio Machado
2 cometarios:
Yassil, que fuerte te ha dado. Esa historia parece escrita por un avesado en la meteria. Cada vaz te admiro mas. Acuerdate de mi cuando logra la gloria que estoy seguro va a alcanzar.Dioris Valla, de tantos, mi mote preferido.
Yassil Feliz, mis mas sinceras felicitaciones por tan importante historia del coronel de coroneles.Dioris Valla, de tantos, mi mote preferido
Publicar un comentario