UN LIDER COMUNITARIO COMO POCOS: Debajo de cualquier yagua vieja, sale un Pikito.

Pikito, tshirts de rayas, un ejemplo de entrega comunitaria en La Esperanza.



Por Yassir Féliz 

Hace veintitres años pisé por primera la urbanización La Esperanza. La casa de Cándido y Lolita era el lugar donde la mayoría de los domingos, en compañía de Moreno Atenaida y Willito, iba a visitar a mi primo Jany.

La Esperanza de ese tiempo era un lugar sumamente apartado, sin agua potable abundante, sin calles asfaltadas, con pocas casas y muchas necesidades.

Tiempos después, en 1999, producto de un flechazo que Cupido me dio en el comedor de la UASD, volví de manera constante a la ULA (Urbanización La Esperanza) en encarrilar mi “aficie” de quien hoy es mi esposa. La Esperanza solía ser tal como la describí en el párrafo anterior, con el avance de tener más casas y calles asfaltadas.

Por cosas de la vida, y en contra de una voluntad que no dependía de mí, empecé a hacer de esta bella urbanización una pequeña extensión de cariño y aprecio entrañable, solo comparado en muy mínima proporción con mi siempre adorado Cabral, pues aquí me casé y aquí he vivido de manera interrumpida 15 años, y de manera ininterrumpida 13 maravillosos años que jamás puedo olvidar.

Durante todos estos años conviviendo en este maravilloso sector, he logrado hacer amistades y hermandad con gente maravillosa: Lenin, Joselo, Lakiao, Juan Carlos, Carmen, Alba, Frank Cacú, Dinorah, Hanel, Mónica, Tierra, Marquito, Javier, los muchachos del colmado Los Maeños, Mirna, Máximo, Tito, Gapa, Miguel, Bonaparte, el tio Javier, Billy Joe, Cuni, Solanyi, Lupe, Luis Manuelle, Martín, Dejóta, los extintos Vale y Félix, Mariela, Candy, Diego, José, Mercado, Chino, entre otros ser humanos igual de maravillosos que con virtudes y defectos han sido parte importante de mi estancia en este lugar. Estas personas, y otras que no menciono por falta de espacio, hacen que La Esperanza sea para mí una prolongación de Cabral, a la que amo y quiero como a mí misma tierra natal.

En esta Esperanza, también conocí a José Jovanny Vallejo, mejor conocido como Pikito. De él puedo decir que es un ser humano de muy poca estatura, con cuerpo muy fornido, de pocas páginas a la izquierda, pero poseedor de una inteligencia innata, capacidad de trabjao y entrega superior a lo normal.

Pikito es un comunitario a tiempo completo. Es de esos que siempre está ahí cuando se necesita sin pedir nada a cambio, solo con el deseo de que todo salga bien y en beneficio de la comunidad. 

Muchas veces, nosotros los seres humanos estigmatizamos a las personas solo por el hecho de no haber estudiado, sin mirar que muchos de esos que no han logrado un título universitario tiene mucho más condiciones, compromiso social, comunitario y solidario que cualquiera con varias maestrías y doctorados.

Hoy, esa La Esperanza que hablaba con tantas deficiencias, es una urbanización que presenta logros y un desarrollo increíble, y esto ha sido posible a la lucha constante de toda la comunidad, pero de manera particular de una lucha por una mejor Esperanza a la que a diario Pikito se le entrega de sol a luna sin pedir ningún beneficio a cambio.

Pikito es sin dudas un tipo al que todos deberíamos analizar y estudiar para replicarlo en cada barrio, pueblito o ciudad del país. Un digno ejemplo de como la vocación de servicio y la entrega salen de cualquier “yagua vieja” y se entrega de manera total en beneficios de todos.
La verdad no es un artículo que se compra y se vende con beneficios” Juan Bosch

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