(2 de 2) Máximo y yo, el juez, el guardia y el fusil.

Continuación y conclusión del impactante y envolvente relato vivido por el autor.

Por Marcos Ferreras.

Luego de haber obtenido nuestra libertad bajo fianza, retorné a la capital a continuar con mis deberes estudiantiles y partidarios y Máximo siguió sus labores habituales en Cabral y Polo, al igual que el compañero Negro Damaso, pero el caso quedaba pendiente de conocimiento en el tribunal de primera instancia de Barahona.

A la primera audiencia no se presentó la contraparte representada por el juez Rafael Feliz y la causa fue reenviada para otra fecha. Luego de varios reenvíos por la misma razón y tomando en cuenta que yo tenía que viajar desde la Capital, decidí escribir un artículo sobre el caso y el mismo fue publicado en el periódico el Nacional.

Para esos días, mi hermano Jesús Feliz y yo teníamos una siembra de lechosas en un terreno de nuestro padre en la comunidad de La Lista, y como mi hermano César es agrónomo le pedimos que supervisara el sembradío.

Al día siguiente del susodicho artículo llegué a Cabral y como no tenía automóvil viajaba en autobús que me dejaba en el parque principal. Camino a casa de mis padres, en la calle Gastón Deligne, justo frente a la casa de Máximo estaba Julio Gómez con el periódico en las manos y me dijo: ''Yo te quería ver Marcos, esta mañana me encontré con el juez Rafael y te mandó a decir que te cuides por eso que pusiste en El Nacional''. Luego de escuchar a Julio continué hacia la casa paterna y un poco más tarde salí en una motocicleta junto con César a ver las lechosas en La Lista. Al retornar ya eran cerca de las seis de la tarde, nos paramos en la Esquina Caliente a comprar frituras, ambos sobre la moto, yo en el timón y César detrás mío y de repente mi hermano me dice que mire hacia delante; miré la calle a los lejos y no vi nada extraño, pero César volvió a pedirme que mirara bien y entonces observé que la camioneta toyota amarilla del juez Rafael estaba parada frente a nosotros a cien metros de distancia y él estaba en su interior mirándonos.

Decidimos movernos y tomamos ruta hacia la calle San Andrés, subiendo por donde Jacobita y al momento que llegamos justo al medio entre la casa de César Paisito y Fellita, nos sorprendió la camioneta del juez con intención de embestirnos. Maniobré con mucha agilidad hacia una loma de arena que estaba en la acera cubierta por ramas de bayahondas y logramos esquivar el choque, pero la camioneta siguió hacia abajo a alta velocidad y al llegar de nuevo a la intersección de la casa de Jacobita, el Sr Juez dio la vuelta y se dirigió de nuevo hacia nosotros con intención amenazante y eso provocó que los vecinos salieran a protegernos.

Recuerdo que mi ex suegra y hermana del propio Rafael, la señora Dorca Feliz, escandalizada salió al frente con estas palabras: ''Pero Rafael, tú te estás volviendo loco..., ¡tú quieres matar a esos muchachos que son tu familia''. El juez estaba esquizofrénico, molesto y fuera de sí, pero no se desmontó del vehículo y solo dijo: ''Es que este guía está resbaloso mi hermana''..., y se fue. César y yo seguimos al destacamento policial a denunciar la intentona, pero nadie nos hizo caso y ya de noche retornamos a la casa. 

A la semana siguiente de haber llegado a la capital, mi papá viajó sorpresivamente para llevarme donde el consultor jurídico del poder ejecutivo, Dr Jottin Cury, quien nos recibió en su oficina del Palacio contiguo al despacho del presidente Balaguer y esa fue mi primera visita al Palacio Nacional. El Dr. Jottin Cury tuvo una cordialidad fuera de serie con nosotros. Pienso que mi padre y él se conocían previo porque él tenía una casa de veraneo en Puentecito, Las Auyamas, en Polo y durante la conversación ellos hacían mención a los cafetales, las flores y las toronjas. Para sorpresa mía, Jottin Cury tenía en un folders varios artículos que yo había publicado en Vanguardia del Pueblo y también tenía el artículo que publiqué en el periódico El Nacional denunciando al juez Rafael Feliz. Mostró admiración hacia mí y hasta me hizo varios elogios por ser tan joven en las lides políticas y literarias; en ese momento y antes de pararse de la silla para despedirnos, nos dijo: ''voy a llamar a Contin Aybar para que solucione esto ya que como presidente de la Suprema Corte de Justicia él es el superior de ese juez de Polo''.

Salimos hacia la feria y sin mucha demora nos entraron al despacho de Néstor Contin Aybar. Era un hombre gordo, con rasgos árabes, viejo y apenas podía hablar con claridad. Los saludos de rigor, la introducción y sin mucha explicación el magistrado nos dijo: ''Yo le quiero pedir un favor a usted señor, ¿usted es el papá del jovencito verdad?”. Le respondimos afirmativamente. Entonces continuó: ''Yo quiero que ustedes dejen eso así, que desistan de llevar el caso en los tribunales, que yo voy a conversar con el Sr juez de Polo, porque si esto llega a conocimiento del presidente, el presidente me va a pedir que cancele a ese juez y si eso se produce, entonces el remedio será peor que la enfermedad y cualquier cosa puede pasar entre las familias de ustedes en esos campos''. No era lo que yo esperaba escuchar, por su supuesto, pero salimos muy agradecidos y en el camino mi papá me leyó un sermón de esos que no dejan espacios más que para decir ''está bien''.

Con el tiempo todo quedó subsanado, olvidado y unos años posteriores Rafael dejó de ser Juez y pasó al a servir desde el ministerio público en Barahona y hasta se hizo aliado al PLD. De mi parte, terminé casándome con una sobrina del juez y procreamos dos hermosos hijos llamados Dylan y Ashley.
La verdad no es un artículo que se compra y se vende con beneficios” Juan Bosch

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