La Sangre de Lenny Féliz Féliz Clamaba desde lo Alto y la Urdimbre fue Descubierta


Por Ramón López Ynoa

He de confesar que nunca había asistido a la exhumación de un cadáver, y que de igual manera jamás pensé que cuando lo hiciera fuera para ver cómo de un montón de tierra, casi a ras del suelo, aparecía un hueso primero, otro hueso después, hasta ver surgir todo el cuerpo ya descompuesto de una persona amiga que días antes había visto lleno de vida.


Ese día, el 3 de agosto de 2011, estuve ahí. Estuve ahí, observando casi sin respiración, cómo surgía a pedazos el cadáver de Lenny Féliz Féliz enterrado alevosamente por sus asesinos, veintitrés días atrás.


Como directora de un centro educativo de Básica el miércoles 13 de julio ella había salido de su casa para participar en un curso de actualización en informática que se celebraba en la ciudad de Barahona. De igual manera, también salieron de sus casas sus verdugos, sólo que ellos volvieron a sus casas ese día, pero ella, la benefactora de su principal agresor, no pudo volver y sus hijos y demás familiares no la volverían a ver con vida.


Ese día, el miércoles 13 de julio, Lenny, de 37 años de edad y madre de tres hijos, le pidió una “bola” en una motocicleta a casi su hermano, a su amigo del “alma”, al también director de escuela, Fernando Carrasco Roque (Chito), pero ella no sabía que se había montado con quien la asesinaría a escasa distancia de su casa materna, como tampoco pudo ver que llevaba consigo un martillo, herramienta que no se usaba en el curso de informática que ambos estaban recibiendo.


La asesinaron a martillazos, la remataron a pedradas, personas con las que compartía a diario, personas a quienes les había servido, Chito a quien ella le había gestionado fuera nombrado en el Ministerio de Educación.


Ella luchó por su vida; mordió en la espalda a su principal agresor, y lo aruñó en la cara. Pero, no pudo con tres hombres. Chito le dio el primer martillazo en la cabeza casi a la vera de la carretera… un golpe fatal por necesidad, pero, quedó con vida…y un poco más allá, un poco más adentro del monte, no muy lejos de la carretera, la arrastraron, y entonces la remataron a pedradas. Veintitrés días después la Policía encontraría parte del arma homicida: la cacha del martillo.


Dejaron su cuerpo abandonado entre matorrales a escasa distancia de la carretera Juan Esteban-Barahona. Dos de los implicados, Luis Amauris Feliz Gómez (Felo) y Sandro Féliz Santana, fueron ese día y participaron tranquilamente del curso mientras que el otro se quedó cavando la fosa para enterrarla cuando sus cómplices regresaran en horas de la tarde.
Una vez más se había repetido aquellas lúgubres palabras bíblicas que dicen: Y aquél que comía conmigo a la mesa, levantó contra mí calcañar.


En la tarde de ese miércoles, la sepultaron a casi trescientos metros de la carretera y empezaron la historia de desinformación para desviar la atención hacia una supuesta desaparición y que las sospechas recayeran sobre otras personas.


Tenían una historia prefabricada, sólo que la sangre de Lenny Féliz Féliz, como la sangre de Abel, aquel que la Biblia relata que fue asesinado a manos de su hermano Caín, clamaba desde lo alto y la urdimbre macabra fue descubierta.


De la profesora Lenny no se supo hasta que acorralado, por la Policía y la Fiscalía de Barahona, Fernando Carrasco Roque (Chito) se vio obligado a confesar que la había asesinado.

Su coartada provocó que por 22 días los familiares, la Policía y la Fiscalía, creyeran que la maestra estaba “secuestrada” por su ex esposo, ya que desde su celular le enviaban mensajes a su hermana Dayana, residente en Puerta Plata, sobre su situación. Esos mensajes llevaron a las autoridades a interceptar el teléfono, y para su sorpresa éste estaba en poder de Chito.

Una ampliación de las pesquisas determinó que éste había regalado la laptop de la profesora a su novia, Angelina Feliz, prima de la víctima y a quien se le había permitido vivir en la casa de la profesora cuando iniciaron la relación de noviazgo.

Yo estuve ahí cuando el Patólogo del Instituto Nacional de Ciencias Forenses de la regional de Azua exhumó el primer hueso del pie derecho de mi alumna en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, cuando las palas con las que removían la tierra levantaron el cadáver de mi amiga, y vi cuando lo que había sido su cabeza se desgajó en huesos sueltos sobre la bandeja en la que depositaron su cadáver.


Sin embargo, una jueza interina de Barahona dejó en libertad a Luis Amauris Féliz Gómez y Félix Amauris Santana con la simple imposición de una garantía económica de 30 mil pesos.


Lenny Féliz murió como no lo merecía pues vivió una vida de paz y de bienhechoras acciones personales, sociales y comunitarias.


Que tenga en el más allá la dicha que sus asesinos le negaron en esta vida.


"I always tell the truth, even when I lie"

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