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Publicado en El Nacional, en fecha de hoy


Cápsulas

Por Alvaro Arvelo Hijo
La República Dominicana es uno de los pocos países del mundo que han tenido dos guerras independentistas, la de 1844-1859 y la de 1861-1865.

Primero, logramos sacudirnos del dominio haitiano de 22 años y después del dominio del imperio español de 4 años, que va del glorioso Grito de Capotillo del 16 de agosto de 1863 a la salida definitiva de las tropas extranjeras el 12 de julio de 1865.

El gran país mexicano hizo algo parecido: primero se libró del colonialismo español y después del imperio francés, la inicial hacia principios del siglo 19 y la segunda en la sexta década del mismo siglo.

Otro caso raro se presenta en la República Dominicana ante el hecho de un país lograr su independencia no de un imperio o dominio en cualquier orden mundial, sino de un estado limítrofe.

¡Los dominicanos luchando por su libertad dentro de una misma isla, de apenas unos 75 mil kilómetros cuadrados!

Aunque el erudito Manuel Arturo Peña Batlle decía que el nuestro es un país insólito, habría que agregar que tiene características muy especiales.

La guerra independentista que se inició con el estallido del 27 de febrero de 1844 en la Puerta de la Misericordia, tuvo expresiones heroicas en las batallas del 19 y 30 de marzo de ese año, conocidas como las Batallas de Azua y de Santiago de los Caballeros.

Y todas las que siguieron hasta finales de la década de los años '50 del siglo 19, que es cuando cesa todo peligro de que el vecino del otro lado pudiera quitarnos la libertad tan duramente alcanzada.

Y en ese período se destacan próceres de la talla de Antonio Duvergé, Matías Ramón Mella, Francisco del Rosario Sánchez, Francisco Antonio Salcedo, José Joaquín Puello, José María Imbert, Fernando Valerio y una lista tan larga como ilustre.

Claro, el jefe militar clave de las batallas del Sur, incluyendo la del 19 de marzo y días posteriores es el general Duvergé, nacido en Puerto Rico y finalmente humillado y masacrado por el mismo architraidor que anexó la República en 1861: una rata maligna llamado Pedro Santana, el mismo que después hasta envenenó a su mellizo Ramón para quedarse con la mujer de éste.

Pero... precisamente llega a la enajenación del territorio nacional, cuando ya no había ningún peligro haitiano, en ese funesto año de 1861 que es cuando el monstruo nos traiciona para su beneficio y sin ninguna excusa histórica de peligro haitiano, cuento sucio de santanistas (movidos por el antihaitianismo) que hacen todo lo posible, y fallan, por explicar la traición del hatero analfabeto, bestial, sádico, hemofágico, sicótico y basilisco.

Y ahí vuelve Francisco del Rosario Sánchez a luchar por la Patria que ayudó a crear, y se sacrifica en una gesta gloriosa anti-anexión en 1861.

Pero no será hasta el inicio de la Guerra Restauradora, en 1863, cuando llega, sable en mano y cabeza brillante, el Padre de la Patria a salvarla, a derrotar al traidor Santana en Guanuma y así seguir una guerra notable que culminará con la salida ya citada de 1865.

Ese mismo que sería presidente de la República y se llevaría el gobierno a Puerto Plata no para saquearlo sino para evitar que lo saquearan los saqueadores de aquellos días.

Ese mismo, el amigo de Hugo, de Garibaldi, de la Casa de Windsor, de Hostos, etcétera, que es la Espada de la Restauración: el jefe militar, estadista e intelectual general Gregorio Luperón. 8-9-1839 - 21-5-1897.

Estamos en el 168 aniversario del nacimiento del Padre de la Patria. ¡Gloria eterna a Luperón!

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