La última miel de don Hugo.

Doña Tití y don Hugo, abrazados y felices unos meses atrás.


Por Yassir Féliz

A don Hugo lo conocí con su cálida sonrisa, su pausado caminar y su extraordinaria facilidad iniciar conversaciones y entonar canciones en los distintos karaokes que se hacían en urbanización La Esperanza.

Un tapicero de una calidad incuestionable, era poseedor de la tapicería ubicada en la esquina de la calle 1era. con 21, desde donde hacía trabajos para mantener a su familia. Siempre acompañado de su esposa y eterna enamorada doña Tití, rodeado de sus tres hijos: Jhonny, Williams y Jowen, todos sus nietos y nietas.

Era un tipo sumamente cariñoso al que los amigos nunca le faltaron. A pesar de tener 65 años de edad, su espíritu jovial lo convirtió en uno de los predilectos de la mayoría de los jóvenes del sector, con quienes compartía historias, par de cervezas y lo que más le gustaba: cantar.

Los amigos y admiradores que no logró con su trabajo y afabilidad, lo logró con su enorme voz. En cada karaoke, el público pedía a gritos y a una sola voz “¡Hugo!, ¡Hugo!, ¡Hugo!”… y don Hugo, como siempre, complacía a todos con sus impresionantes tonadas de boleros y baladas.

Gracias al canto, le admiré y le quise. Así también empecé a querer a su esposa doña Tití. De ambos siempre recibí una lluvia interminable de afectos sinceros que han sido correspondidos y reciprocados de mi parte. Y así lo será siempre.

Anoche, a eso de las 9:30 de la noche, me dirigí al taller de Hugo. Lo encontré sentado y pensativo en un sillón a la entrada de la tapicería. Al verme llegar me dijo “Gordito, tú estás caliente conmigo. Me has dado banda en estos días”. No le contesté sobre eso, y le pregunté “Hugo, ¿usted tendrá alguna botellita vacía por ahí?”. Al escucharme me contestó “Sí. Mira ahí a la entrada hay una”. 

Tomé la botella y un pequeño pote que estaba al lado también, y le dije “Hugo, esta botella huele raro”, y me respondió “No mijo, eso fue Noel que se bebió ese pote de ron hace unos días ahí. Llévatela a confianza”. Así lo hice. Y me marché.

Salí del taller y me marché a mi casa para llenar la botella de plástico de una miel de abeja que había traído el domingo desde Oviedo, Pedernales, donde andaba de fin de semana con algunos de los muchachos del barrio (creo que fue por eso que me dijo minutos antes “me tienes botao”). Yo había relagado parte de un galón de miel entre familiares y vecinos, y pensaba darle una botella a él. Esa miel que saqué para él fue la última botella que quedaba en el galón.

Minutos después reguresé al taller. Don Hugo estaba haciéndole unos cortes a una tela verde rameada con la que supongo haría algún trabajo de tapicería. Lo interrumpí y le dije “mire lo que le traje a doña Tití, no a usted, porque a usted lo tengo botao. Esa miel, aunque se ve así medio aguada, fue una miel que la echaron del panal al galón delante de mí. Tiene buen color y sabe bien rica”. Se sonrió y me dijo “Esta bién gordito. Gracias. Yo se la llevo”. Y nos despedimos.

No sé a qué hora de la madrugada, durmiendo y soñando yo, sentí una fuerte vez que me dijo “Yassir”. Me desperté y me puse de pies buscando quién fue, y pensé que pudo haber sido el sueño, por lo que inmediatamente me volví a acostar no sin antes pensar en que algo malo estaba por pasar. Quizás una hora más tarde, mi hija se despertó y me dijo que no podía dormir. La abracé, la acurruqué y nos dormimos nuevamente sin sospechar que era el preludio de algo desgarrador.

Sentí un dolor inmenso cuando Ariel, un vecino y amigo de mi pueblo natal, fue a darme la mala noticia: A medianoche, luego se sentir fuertes dolores en el pecho y de ser trasladado a un centro médico, don Hugo falleció inesperadamente de un paro cardíaco.

El fallecimiento de Hugo me ha hecho reflexionar y preguntarme sobre la vida, ¿qué es la vida?, ¿por qué se va rápida y fugaz como un soplo de una ráfaga aleve?.

No tengo respuestas a esas preguntas. Lo que si sé es que Hugo se nos fue. Sí, se fue. La muerte le tronchó la vida y con ella su hermoso canto.

Anoche, con vida, le di la última miel. Hoy, con su muerte, me dio la primera hiel. 
La verdad no es un artículo que se compra y se vende con beneficios” Juan Bosch

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