El
27 de febrero de 1888 en el número 257 del periódico El Teléfono, Eugenio María de Hostos publicó un interesante ensayo
en el cual narraba una asamblea imaginaria que celebraron varios de los
principales patriotas dominicanos. Dicha asamblea, integrada por Sánchez,
Mella, Pina, Pérez, Imbert, Duvergé, Núñez de Cáceres, Sánchez Ramírez y otros,
estaba presidida por Juan Pablo Duarte.
En
dicha asamblea, convocada para tratar sobre la libertad de los presos políticos,
se habló, sin embargo, no solo del tema, sino del progreso del país, de los
cambios experimentados, del telégrafo recién instalado, del ferrocarril La
Vega-Sánchez, del crecimiento del comercio cacaotero, de la agricultura, de la
banana, los ingenios, del impulso del comercio con el exterior. En el
imaginario de Hostos, los allí presentes se pusieron de pie y de rodillas …adoraron la patria y bendijeron la
civilización y entonaron, sin voces ni sonidos, un himno a la gloria y al
progreso.
Sin
embargo, voces se levantaron. Un grupo comenzó a reclamar …¿Con qué civilización o qué progreso conviene lo de tantos presos
políticos? Por lo que intervino su presidente y recordó a los presentes que
precisamente esa era la orden del día.
A
este artículo Raymundo Gónzález le realizó un interesante comentario (“Hostos y
la Conciencia Moderna en la República Dominicana, ADH, 6 de junio de 2002).
Raymundo acota que en el escrito, Hostos no se limita a traer al tapete un
problema político, sino una situación concreta, una falta de conciencia de la
sociedad del momento. En el escrito se plasman Avances materiales no siempre correspondidos por avances en la razón y
en la conciencia de la sociedad. ¡Los próceres se ven precisados a levantarse
de su tumba para mostrar el sendero patriótico a la generación que goza de
tantos adelantos modernos!
Concluye
González que: De esa manera
contradictoria entendió Hostos la modernidad dominicana. Con progresos
discordantes entre el nivel económico-social y el nivel político-jurídico.
Contrapuestos el progreso material y el progreso moral y político.
Desbalanceados los avances modernos y el grado de conciencia social de las
responsabilidades que ellos implicaban.
Parecería
paradójico que en pleno siglo XXI, un siglo y cuarto después de Hostos escribir
su artículo, sea tan actual, de tanta vigencia, de tanta presencia, un retrato
de la situación social y política dominicana. Precisamente el presidente de la
asamblea patriótica imaginada por Hostos –Duarte- nueva vez es levantado de su
tumba, es llamado al cielo dominicano, es utilizado para crear conciencia patriótica. Su construido ideario
una y otra vez es recordado y –aunque tal vez no sea con la intención que
fueron creadas- las vallas y letreros colocadas en muchas partes del país que
invitan a imitarlo, son un indicativo de la discordancia entre el progreso
económico y material de la nación y la conciencia social, entre la base
jurídica y el accionar institucional y de la población no cónsono con los
adelantos.
Como
en 1888, el país está plagado de adelantos y desarrollo material. Avenidas,
túneles de comunicación vial, elevados, puentes, carreteras, edificios, centros
comerciales enormes y lujosos, altísimo desarrollo de las comunicaciones,
televisión, automóviles y un lujosísimo Metro en Santo Domingo. Asimismo, en
explotación y pleno desarrollo está la industria turística, con sus hoteles de
playa y campo, los invernaderos, café, cacao y otros rubros. Por igual,
estadísticas sitúan al país como uno de los más crecimientos económicos en los
últimos años, de mayor avance.
Así
como en la imaginada asamblea de 1888, hay que decir que dicho progreso solo es
material, sin muchos efectos concretos sobre la sociedad en general. Si bien la
capital y otras ciudades del país son un ejemplo del progreso, en sus barrios,
calles y avenidas persisten las imágenes de la discordancia, no solo en el
aspecto personal, sino en la conciencia y la construcción de una un cuerpo
social cónsono con el desarrollo.
Y
es que nuestras calles y barrios están plagados de violencia, de criminalidad,
de tráfico de todo tipo. En nuestras avenidas persiste un caos del transporte,
del tránsito en general, con choferes sin conciencia ni respeto alguno. Por
doquier pueden verse montones de basura, de suciedad, de irrespeto a los bienes
comunes, de mucho bullicio incontrolable, de desorden en las edificaciones.
Mientras
se promociona el progreso, vivimos en un país con una precaria educación, con
cerca de un millón (de 9 millones y medio) de personas que no saben leer y
escribir, con niños sin cuadernos, sin libros, sin alimentación ni vestimenta,
sin planteles escolares. Un país sin energía eléctrica (o muy poca), sin una
efectiva seguridad social, con una salud pública que o no brinda los servicios
necesarios a quien los demanda o simplemente no tiene los mecanismos para
hacerlo. Un país con un débil sistema de persecución del delito, con una
justicia –en ocasiones- mediática; con funcionarios que operar para satisfacer
los medios de comunicación y cebar su ego. Con individuos que dirigen la cosa
pública como una propiedad privada, prevaricando y haciendo inversiones a su
antojo, corruptos, dilapidadores. Un país en que se irrespetan los derechos
individuales, se violentan las leyes, se atropella, se maltrata. Un país de
persecución e intranquilidad política. Un país en que se discrimina (y se
promueve el rechazo) al vecino de color, al pobre, al hambriento, al
desposeído.
¿Hemos
progresado?
“La verdad no es un artículo que se compra y se vende con beneficios” Juan Bosch
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