María Montez o la construcción de un legado incierto


María Africa Gracia Vidal (1912-1951), mejor conocida como María Montez, la reina del technicolor.

Por Welnel Darío Féliz

Este seis de junio se cumple el centenario del natalicio de María África Gracia Vidal, conocida por todos como María Montez. Ha sido una conmemoración apoteósica, impresionante, que ha abarcado desde la presentación de sus películas, obras teatrales, reedición de libros, programas de radio y de televisión dedicados a ella, hasta su entrada al mundo filatélico, con la presentación de un sello postal. Asimismo, asistimos a la puesta en servicio una de una plaza en el solar donde estuvo la vivienda en que nació y a los inicios de la construcción de un centro cultural con su nombre.

Todos estos actos y muchos más no mencionados están precedidos de acciones particulares y gubernamentales dirigidas a recordar a la artista, como lo es la integración de una numerosa comisión organizadora de los eventos –19 miembros-, la presentación de una resolución en el Senado al efecto, la aprobación en la Cámara de Diputados de un proyecto de ley que crea un museo dedicado a ella y varias conferencias y conversatorios sobre su vida.

Sin entrar en muchos detalles sobre la vida particular, social y artística de María Montez, vale decir que se trató de una emprendedora mujer, cuya belleza cautivante logró impactar de tal manera, que se convirtió en una de las artistas más llamativas en la escena cinematográfica, principalmente a partir de su proyección ante la nueva tecnología que se abría paso en el cine, el technicolor, en la década de 1930. En adición, participó en obras teatrales, posó para importantes revistas de los Estados Unidos y latinoamericanas e hizo vida literaria, al escribir dos libros y poesías.

María Gracia fue de impacto nacional artístico en su época, al punto que fue condecorada con la orden Juan Pablo Duarte y la Orden Trujillo (decretos 1370 y 1371, del 1 de septiembre de 1943), ambos reconocimientos otorgados con el objeto de “…ofrecerle los mayores estímulos a su carrera” y, además, “…crear incentivos para los artistas del país”, los que con buenas actuaciones y desarrollo daban a la República Dominicana una proyección internacional.

Como es fácil deducir, es indudable que a Montez le pertenece un sitial dentro de las artes del país, un lugar cimero como una de las primeras artistas dominicanas que lograron penetrar y triunfar el difícil mundo hollywoodense, y es ineludible la obligación del Estado de exaltar su memoria y legado, para con ello, tal como dijo Trujillo “crear incentivos” entre los dominicanos, jóvenes y adultos que pertenecen a esta generación.

Sin embargo, sin menoscabo de todos y cada uno de los merecidos actos y exaltaciones, en su área, María África Gracia Vidal se queda allí, en el cine, en el celuloide lejano y abstracto, en el nombre, en su “reinado”; queda allí en algún distante y no muy emulado ejemplo de artista; queda allí en la dominicana que partió, trabajó, triunfó, se desarrolló y murió, no más, queda en la farandula. ¿Qué más, en lo social, en lo político, en lo económico, en las ideas, en las ciencias, en las luchas por la democracia de aquel entonces, en su entrega en pos de un mejor conglomerado social, podemos encontrar que nos aportó María África Gracia Vidal?

¿Cuántos dominicanos en otras tierras tuvieron aportes aun más significativos que María Montez y no son recordados, muchos de ellos siquiera conocidos? ¿Cuántos dominicanos se rasgaron el alma, perdieron propiedades, familiares y bienes y hasta la vida y nadie los menciona? ¿Cuántos soportaron los sinsabores de la las dictaduras y lucharon a favor de los grupos humanos del país y ni siquiera se conoce su nombre?

¿Conocen la mayoría de los dominicanos a Andrea Evangelina Rodríguez Perozo? Busqué algún acto que recordara el centenario de su natalicio –que fue en 1979- y no encontré. Acaso no anda por allí el nombre del Doctor Rodolfo Coiscou Carvajal (nacido en Barahona en 1867). Indagué, asimismo, alguna comisión como la que nos ocupa que celebrara los actos del natalicio de Mauricio Báez – que lo cumplió en 1910- y no hubo un solo decreto de recordación (solo hay que ver las hijas de Mauricio Báez, las que viven postradas en la pobreza y la miseria), aunque la Comisión Permanente de Efemérides Patrias realizó algunas actividades en la barriada y escuelas de su nombre. No recuerdo de alguna comisión o actos majestuosos en 2007, al conmemorarse el bicentenario del nacimiento de Antonio Duvergé, como decía Joaquín Balaguer, “el centinela de la frontera”.

Valga decir que en este mismo año, dominicanos ilustres y con más aportes que María Montéz a la sociedad dominicana conmemoran su natalicio: Héctor Inchaustegui Cabral, banilejo ilustre, nacido el 25 de julio de 1912, Antonio de la Maza, nacido el 24 de mayo de 1912, entre otros, y no he visto tanta celebración y reconocimiento como a la que nos ocupa y puedo decir que ninguna. Para el próximo año varios también caen en el mismo renglón: Pedro Mir, nuestro Poeta Nacional, Hilma Contreras y tantos otros dominicanos de importancia capital para el país, sobre los cuales no hay ninguna comisión organizadora de eventos.

Más allá de las conmemoraciones, es notorio como, con frecuencia, nuestros héroes locales y sociales son olvidados, aquellos hombres que contribuyeron con nuestra sociedad, que se fajaron día y noche para lograr una patria justa, que han vivido y luchado en beneficio de la colectividad. Estos no son siquiera conocidos. Lamentablemente, sectores fraguan criterios y los imponen, nos hacen creer hasta el convencimiento quienes son los dominicanos que hay que emular y reconocer, muchos de los cuales no merecen la mitad de tales, frente a tantos conciudadanos que se ofrendaron en aras de la justicia social y la libertad.

Ojalá y así como a María Montez, algún día veamos tales reconocimientos a tantos barahoneros y suroestanos, en fin, a dominicanos forjadores de una patria justa y para la colectividad. Ojala que se formen comisiones permanentes para las exaltaciones relativas a ellos, que erijan museos regionales, se presenten conferencias locales, todo dirigido a que el pueblo conozca los hombres y mujeres de su pasado que contribuyeron a construir la barahoneidad y la dominicanidad.

"La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés." Antonio Machado

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