Por Eliezer Olivero
Autor Jose Maria Lorca Parra
Como siempre estamos pensando en la suerte informativa, noticiosa y culturización de los queridos Chukunautas esta vez publicaremos una historia que descubrimos en nuestro apreciado tiempo de lectura, el cual esperamos les sea de mucho provecho a todos. Solo le pido prestar mucha atención y reflexionar en cada sección ya que producto de su alto contenido estará divida en varias publicaciones.
Esta es una historia del escritor José María Lorca Parra y está basada en dos amigos, en la que el escritor utiliza los nombres David y Jonatán, quienes producto de un amor mutuo, establecieron en su juventud un pacto de amistad para siempre.
De manera sorpresiva Jonatán desaparece sin dejar rastro ni noticias familiares situación que hizo que David pensara que aquella perdida le había cerrado un capitulo importante en su libro de las amistades, pero al cabo de ocho años saltó la sorpresa al recibir inesperadamente una carta del amigo a quien suponía desaparecido. Con una curiosidad que le alteraba el pulso, fruto de viejas emociones removidas, desplegó el papel y se entrego a la lectura:
Querido amigo David:
Mil veces te habrás preguntado qué habrá sido de esta calavera desde que me marché del pueblo. Sé que perdonaras este largo silencio que no estuvo motivado por mi naturaleza irreflexiva. Me alejé de ti conscientemente cuando consideré que nuestro compromiso de amistad se hubo roto por fuerza de insalvables distancias. Ahora, con más edad para pensar, remuevo las causas de la separación y me afirmo en que no pudo ser de otra manera. Sin embargo, imposible me ha resultado borrar este misterio de comunicación interna que se produce entre quienes vivieron íntimamente unidos los bravos años de la juventud. Me imprimiste una huella inevitable, que constantemente me remite a la antigua fidelidad como a una dulce herida.
Recordarás que nuestra relación se comenzó a quebrar a partir del modo opuesto con que a los veinte años nos situábamos frente a la realidad de la vida. Tú pretendías cambiar el mundo en diez días, mientras yo me limitaba a vivir el momento presente, ajeno a idealismos políticos, en los que no creía. Teníamos estilos diferentes: tú eras discreto, silencioso y más fuerte que yo, porque poseía la fuerte autoridad del rebelde y el sordo forcejeo de la constancia, mientras que la jovialidad y el encanto exterior eran enteramente míos. Tu vigor mental y mi alegre atrevimiento producían una mezcla complementaria y luminosa, capaz de otorgarnos una seguridad invulnerable. Hasta que esta calidad que nos unía vino a ser la causa de nuestro alejamiento.
Tal vez un diálogo oportuno lo hubiese remediado, pero yo no estaba para cavilaciones. Sólo interpretaba que intentabas dictar tu imagen sobre mí y eso agredía mi derecho de ser distinto. Yo te estimaba como compañero, no como padre ni como maestro. Amistad y dominio se excluyen mutuamente. Me gustaría que variases la idea de que te retiré mi confianza por miedo a que me contagiases tu inconformismo social. Por lo demás, a mí también me dolió aquella ruptura, máxime cuando para entonces habíamos superados muchas pruebas, sin que nuestra amistad pereciera al aire de cualquier rencilla o discrepancia.
No dispongo de demasiados datos sobre ti, pero supe que te has casado y que ocupas un puesto de relevancia en la Administración Publica. Si eludo relatarte mi situación actual es porque pienso abrazarte en seguida. Sólo te adelanto que he sufrido mucho últimamente y que el dolor me ha madurado como persona. Te visitare luego. Hasta pronto amigo.
Queridos Chukunautas en la próxima entrega le contaremos la reacción que causo en David al saber de su querido amigo.
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