ARTICULO DE OPINIÓN. Objetivo: El Suroeste

Interesante artículo de opinión del hsitoriador Welnerl Darío Féliz sobre las bellezas históricas y ecológicas no explotadas turisticamente de la región Suroeste de República Dominicana.


Por Welnel Darío Féliz 


Hace algunos años estuve de visita en Lima, esa poblada y atascada capital de Perú. No estaba allí de vacaciones, sino realizando un trabajo por contrato. Sin embargo, no podía dejar de aprovechar la oportunidad y visitar la histórica ciudad de Cusco y Machu Pitchu. Fue en la organización de aquel viaje cuando aprendí todo el engranaje publicitario y económico que se mueve alrededor de la explotación de la vasta cultura inca. 

La noche anterior al vuelo, mi anfitrión y amigo José Avanto me recomendó que consuma una pastilla para el soroche (mal de altura) y me dio una serie de consejos sobre cómo combatir ese desagradable mal. Asimismo, brochures que acompañaban el ticket aéreo hacían lo mismo y lo propio hizo el farmacéutico que me vendió la pastilla. Por igual, en el avión y en el hotel, en Cusco, lo primero que me ofrecieron fue un té de hojas de coca, indicándome la recepcionista que sería ideal que yo, en el primer día, consuma con regularidad alguna menta de coca y que, además, no almuerce nada que hiciera pesada la digestión. 

Ya pasados los primeros momentos de mi llegada, la atención cambió. Alrededor de las tres de la tarde me recogieron en el hotel para iniciar el recorrido por la ciudad y sitios cercanos. En el lugar de salida, se arremolinaba mucha gente vendiendo todo tipo de cosas, desde ponchos, bolsas para las botellas de agua, mentas, dulces, sombreros, películas y varias decenas de productos. En una que otra parada nos ofrecían “choclo”, ese rico maíz con queso blanco o algún dulce. Iniciamos por la ciudad, en donde el Qoricancha, sacsayhuaman y otras nos esperaban. En el camino, el autobús hizo varias paradas, principalmente para entrar a lugares de ventas de artesanía y permitió que varios abordaran el bus para vender videos sobre la ciudad y algunos nos ofertaron fotografías que nos habían tomado. Los dos días siguientes fueron similares, en cada viaje, se promovía la cultura inca, la artesanía y los turistas podían comprar un producto hecho directamente a mano por aquellos artesanos. 

Al poco tiempo de aquel viaje me visitó en Santo Domingo mi buen amigo José. Ya él había pernoctado varias veces los hoteles de Punta Cana y Bábaro, así como Santiago y otros pueblos del Cibao, de allí que le ofrecí un fin de semana recorriendo los caminos del suroeste. Partimos con su familia un viernes, no sin hacer paradas en cada pueblo del camino, ver sus parques, degustar algún dulce o contemplar la particular belleza de la región. Así llegamos a Barahona y, sin durar mucho allí, pasamos la noche en Cabral. Junto a la familia, algunos de los cuales son artesanos, hablamos de la cultura de Cabral, Las Cachúas, los palos, la culinaria y otros elementos, así como de otras expresiones del sur. 

Al día siguiente, partimos al recorrido por el lago Enriquillo, incluyendo la frontera. En lo inmediato comencé a explicarle los procesos históricos acaecidos en la zona, el asentamiento cimarrón en Los Naranjos, la existencia de la explotación minera de sal y yeso, el hato de Cristóbal de la Sal, la importancia de la laguna de Rincón y sus características, el atractivo del Polo Magnético y la imponente belleza de la zona de Polo. Lamentablemente, no recorrimos aquellos lugares, que quedaron en el deseo. 

Enfilamos a Duvergé, extasiados por la extraña belleza de aquel bosque seco y el imponente valle de Neiba. Entramos allí, hablando siempre de aquellos pueblos, su surgimiento, evolución y las historias alrededor de ellos. Así llegamos a la Zurza. El olor del azufre inmediatamente nos envolvió. Esas aguas invitan al baño, en tanto contribuyen a la salud, en tanto se mantienen frías y agradables. 

Partimos de la Zurza, contemplando la inmensidad del lago que ya comenzaba a crecer. Llegamos a El Limón y de allí a Jimaní. Subiendo hacia la montaña que separa a estos pueblos, pudimos contemplar la belleza abrumadora de esa parte del valle, fértil por demás. Ya en Mal Paso, la frontera allí es un gran atractivo e invita a realizar una que otra actividad en el lugar. Pero no podíamos detenernos, pues Los Ríos, Postrer Río, La Descubierta, Boca de Cachón, Villa Jaragua, Neiba y Galván nos esperaban. Allí, los ríos de agua cristalina y fría abundan. Llama la atención Las Barías, balneario exquisito que parecería un oasis en un desierto. Cerca llegamos al santuario de las higuanas y luego a Las Caritas, donde no solo nos encontramos con la cultura taina, sino que desde otra perspectiva pudimos contemplar la inmensidad del lago Enriquillo. 

La tarde ya comenzaba a caer, de allí que nos apuramos un poco para poder detenernos en Neiba, degustar un ramillete de uvas locales, las que con su sabor particular nos deleitó y hacer una visita a lugares importantes del pueblo, como sus parques y otros sitios. Breves explicaciones sobre Neiba, como uno de los pueblos más viejos del suroeste, y su importancia como luchador por la preservación de la patria, nos transportaron al pasado, ese pasado sufrido de los neiberos, en que en más de una ocasión fue incendiada. 

A poco más de cuatro kilómetros llegamos a Las Marías, balneario excelente, cristalino y atrayente, que invita a lanzarse de clavado en aquel lugar, principalmente ante el inclemente calor característico de la zona. Desde allí nos devolvimos, para tomar la carretera Neiba-Duvergé y desde La Colonia rumbo a nuestro destino: Cabral, no sin antes hablar de Galván, antiguo Cambronal, sitio lleno de historias de todo tipo, protagonista de batallas, enfrentamientos, encuentros y luchas. Allí se escenificó el levantamiento restaurador de Neiba, en 1863 y hay un monumento poco conocido y semi abandonado que conmemora la batalla de Cambronal del 22 de diciembre de 1856. 

Aquella noche dormimos en Cabral, en la que quietud del pueblo y un poco de satisfactorio cansancio invitó al sueño. Al día siguiente partimos hacia Barahona, con el objetivo de conocer la ciudad, recorrer las costas y tal vez arribar a Pedernales. Barahona, para los visitantes, resultó ser una ciudad atractiva, aunque con pocos lugares y espacios históricos que inviten a conocer mejor su evolución social y urbana. Solo fue un cruce rápido por la ciudad y tomamos la carretera de la costa. No pasaron tres minutos cuando el azul del mar a lo lejos, el contraste con el verde de la costa y toda la belleza de la zona se convirtieron en inolvidable atracción. Podía verse el rostro de todos adornado con una satisfactoria sonrisa ante la confortante naturaleza. Contemplando toda esa belleza natural llegamos a Bahoruco y luego a San Rafael. Allí solo nos detuvimos a conocer el lugar, las frías aguas del río y el fuerte oleaje de la playa. Subir al mirador y contemplar desde las alturas esa escena brindó aumentó la impresión sin límites que genera el lugar. Allí lamentablemente suspendimos el recorrido, pues teníamos que regresar a Santo Domingo y ya comenzaba a entrar la tarde. 

Inmediatamente tomamos el camino de regreso, mi amigo Pepe abordó un tema que desde horas antes le inquietaba: demasiados atractivos pero poca o ninguna oferta turística y cultural. Y es que comenzando desde Polo hay historias que contar: Los Naranjos, Lemba, Las Cachúas, palos; lugares históricos emblemáticos y celebraciones culturales explotables, pero ninguna acompañada de una verdadera oferta que haga factible su explotación. Ningún recuerdo apareció ningún “souvenirs” que puedan llevarse a Perú. Peor aún, siquiera un letrero, una breve representación local. Nada. 

Y evocamos a Cusco, que, guardando las diferencias, explota sus monumentos, su cultura, y a hecho del viaje allí toda una experiencia. Pero Cusco es eso, solo conocer monumentos, sin que se produzca una interacción con la naturaleza, sin que encontremos micro climas y climas tan diversos y particulares, como en la región suroeste, sin que allí podamos contemplar toda la diversidad propia de la región. 

Por tanto, es posible ver al suroeste como un todo, como un espacio territorial cargado de atractivos, los que solo necesitan de un plan plurianual que los desarrolle, con una visión totalitaria. No se trata exclusivamente de un Plan Barlahona, o Pedernales, de un clúster turísticos de la provincia del mismo nombre, sino de adoptar una identidad un poco más regional, más sureña, ser suroeñista, e integrar todas las provincias en una iniciativa que permita una explotación global. Es así que es posible construir a largo plazo espacios de desarrollo económico colectivo, explotando nuestros recursos. Entonces, el objetivo no debe ser Barahona, Pedernales, Independencia o Bahoruco, el objetivo es el suroeste. 
La verdad no es un artículo que se compra y se vende con beneficios” Juan Bosch

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