2da Parte: Un Pacto de Amistad Entre dos Amigos



Por Eliezer Olivero
Autor Jose Maria Lorca Parra

Con el pliego de la carta todavía doblado sobre sus rodillas y una sonrisa aflorando una resignación no bien encajada David retrocedía en la vuelta del tiempo, fijando sus ojos en un lienzo desnudo de la pared y vestido con un impecable traje gris de alto ejecutivo, notó su cuerpo ingrávido sobre el sofá, y así permaneció no sabría decir cuánto tiempo. Hasta que la voz de su joven compañera, Sara, vino a espantar los fantasmas de su adolescencia.


¿Te ocurre algo, David? Has dejado caer en la moqueta toda la ceniza de tu preciado Tabaco.

Perdona, es la fatiga de toda la mañana. Yo mismo la limpiaré.

Pienso que hay algo importante en esa carta, contesta ella.

Se trata de Jonatán un amigo de infancia que fue más que un hermano.

Nunca me hablaste de él.

El era agua pasada cuando me conociste. Además su amistad era más allá de todo interés. Solo nostalgia. Nos unió un afecto entrañable. Ni dentro ni fuera del partido, pude contar con alguien tan generoso.


David hombre habitualmente distante y frió para todos los asuntos ajenos a los estrictamente familiares, comenzaba a expresarse con inmensa afectividad provocando esto en Sara algún interés de saber que realmente sucedía y logrando asomarse junto a él y comentar en tono confidencial le expreso:


Dicen que la buena amistad se puede comparar a un matrimonio del espíritu, ¿Cómo era él?

Frívolo y despreocupado de todo compromiso comunitario respondió David, agradecido por aquella ocasión de desahogo que le brindaba su amada. Hicimos juntos los dos primeros semestres de Economía pero, mis largas parrafadas acerca de la igualdad de oportunidades no lograban prender en él la más mínima llama de entusiasmo. Disfrutaba de un talento poco común, pero se limitaba a aprobar los exámenes; coleccionaba chicas como si fueran mariposas; coleccionista de discos, un hijo de papi y mami al que yo catalogaba de anarquista de derechas, sucumbiendo en la vorágine del consumo.


Pero ¿cómo conseguiste congeniar por tanto tiempo?, pregunta Sara. En nuestra juventud habíamos establecido un pacto secreto de amistad, y hacíamos lo imposible por cumplirlo contesto David. Eso daba solidez y garantía a nuestra relación cuando surgía alguna discrepancia o desavenencia, hasta que la política nos separó abismalmente. Pero la auténtica amistad no se compone solo de tener ideas comunes. Hay otras cualidades agrego Sara, sí pero, yo creía con firmeza que no hay otros ni más fuertes lazos de unión entre las personas que los de la clase social a la que se pertenece. Grave equivocación la de querer descomponer y analizar el amor en clave de socioeconomía respondió Sara.


Yo estaba convencido de que a los secretos compartidos y a la fidelidad había que anteponer la fe en la misma causa pero, él seguía siendo un hijo de la clase adinerada, en tanto que yo lo era del pueblo más humilde. Desde mi punto de vista, sólo podíamos seguir unidos si me acompañaba a transformar aquel orden injusto, termino argumentando David.


Sara esbozó una sonrisa de incredulidad. Para ella estaba demasiado claro que la gente es dueña de virtudes y defectos bajo cualquier ambiente y circunstancia. Aunque cambien los gobiernos, las personas acaban siempre por parecerse demasiado a sí mismos. Tú, por ejemplo, David, ayer eras casi un desconocido incluso entre tus compañeros de partido, y hoy has pasado a ser el administrador del Banco Publico. Sin embargo, yo todavía no he apreciado esa diferencia, no porque resulte invisible, sino porque la veo demasiado efímera.


Sara y David prolongaron la conversación hasta la comida e intercambiando puntos de vista.


Como no queremos cansarlo con mucha lectura en la próxima entrega le contaremos hasta donde se extendió la conversación.


"I always tell the truth, even when I lie"

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