… Lo Demás es Monte y Culebra


Por Werner Darío Féliz 

A eso de las cinco de la mañana, un día de enero de 2013, un pescador de la Laguna de Rincón terminaba de amarrar su vieja canoa en el tronco de una mata de coco a la orillas de la carretera Cabral-El Peñón. Una gorda cadena y un candado que no cabía en sus manos –por grande claro está- la aseguraban al grueso tronco. Debía ser así, pues ya el pescador había perdido en el último año dos yolas con todo y remos, en manos de alguien que no era su dueño. Mientras amarraba la canoa, sus ojos recorrían en la penumbra, el espectáculo de la desaparición de un conuco de plátanos: una última avenida del río Yaque del Sur inundó toda la franja, muriendo todo lo existente allí.

A esa misma hora, una delgada señora de Fondo Negro vestía rauda su ropa de trabajo –un desgastado traje otrora azul marino-, pues la mañana se le venía encima y debía salir rápido hacia Tábara Abajo, en donde era profesora de educación básica. Si se ubicaba en la carretera poco después de las seis alguna “bola” se le iría o dificultaría conseguirla y tendría entonces que pagar el costo del pasaje. En la vía el asunto era difícil, pues se agolpaban otros profesores, trabajadores y policías. 

En el Fondo de Agustín, en Polo, una negruzca lata de salsa de tomate era colocada sobre un fogón de tres piedras, dentro, el café de pilón, que serviría como desayuno a la familia: para un muchacho que allí había un pan le acompañaba. La mujer se quejaba de su enfermedad, de que en la UNAP de la zona no había el medicamento que necesitaba y que en la pequeña farmacia de La Cú le dijeron que había subido de precio. 

En Restauración, sobre una dura camilla de hospital yacía el cuerpo de una señora de mediana edad: había muerto allí, después de no encontrar una ambulancia o vehículo adecuado para llevarla urgentemente al hospital de Dajabón. 

A las ocho y media de la mañana, la policía tuvo que intervenir en un colmado de Barahona, pues en la caja varias señoras se quejaban a viva voz, acusando al dueño de ladrón, pues  la compra le había aumentado demasiado principalmente el aceite, el chocolate, el arroz y las habichuelas. 

A esa misma hora, un motoconchista de Cristóbal se peleaba con un caballero, pues le había cobrado diez pesos más por llevarlo del cruce de Las Salinas al pueblo. Alegaba el señor que si le daba diez pesos más no tendría para volver, pues “había salido con los cuartos contados”, además, se le había llenado la camisa de lodo en la espalda, pues la carretera estaba toda dañada y enlodada y el motor no tenía la cola  del guarda lodo. El pobre motorista solo atinó a decir que “todo estaba más caro”. 

A esa misma hora una señora adecuadamente vestida salía de Villa Mella, abordando el metro de Santo Domingo en la parada Mamá Tingó. Allí, climatizada, se sentó cómodamente, leyó en la última página el anuncio de que el Escogido ocupaba la cima del Round Robin y se dedicó a maquillarse. Se dirigía a una nueva plaza comercial en la avenida John F. Kennedy. 

En una derruida escuela de Angostura, un niño se notaba taciturno. Sus zapatos, alguna vez negros y enteros, dejaban ver los dedos de los pies y las uñas llenas de tierra. Más arriba, en su pierna, una media roja y una azul –esta última sin una sola goma que la sostuviera- trataban de proteger algo del pie. Su pantalón, a media pierna ya y su camisa vieja y manchada, denotaban su pobreza. Su rostro, marcado por unos labios blancuzcos, decía sin palabras la falta de ingesta de un mínimo pan. Él ocupaba el último banco de la fila, al igual que su conocimiento. 

En ese mismo momento, en un basurero de Arroyo Hondo, en Santo Domingo de Guzmán, un trabajador de un camión recolector tomaba una funda llena de basura. El plástico se rompió y dejó salir de ella una cantidad impresionante de alimentos: un pedazo de queso holandés a la mitad, un sándwich casi completo, dos medio guineos maduros, arroz, carne y otros. 

A esa misma hora, mientras todo esto sucedía, en un hotel de la capital de la República, un grupo de profesionales, comerciantes e individuos “representativos” de la sociedad –políticos, héroes nacionales-, se reunían para dar su apoyo a Leonel Fernandez Reina, por el gran desarrollo que alcanzó la República Dominicana durante su gobierno de los últimos ocho años.



“La verdad no es un artículo que se compra y se vende con beneficios” Juan Bosch

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