De la Iglesia al Calabozo

Imborrable dia en que una estancia en una iglesia se convirtió en 6 horas de encarcelamiento

Para el Dr. Fúlver Féliz, quien motivó para que yo escribiera esta experiencia.

Por Yassir Féliz

La lluvia era ciclónica. Aún así, el compromiso me hizo tirar los pies en el frio piso, la luz apagada. Tomé una camiseta de basquetbol, café y dinero en secreto para realizar esa diligencia dominguera que tenía para muy de mañana.

No sabía lo que me esperaba. Los atracos a la orden del día, aún al alba. El miedo hizo adentrarme dinero en un lugar inadecuado. Era “mi secreto”. Caminé y proseguí caminando…. y continúo los pasos bajo las ya disminuidas lagrimas de Dios.

Alguien me llama. Me paro. Hablo con ella y acuerdo otro compromiso para las 10 am, eran las 8 am. Termino la conversación y encamino mis pasos hacia un día inimaginable e inolvidable. Nuevamente me detengo, reviso “mi secreto” y ¡zasss! no está.

Rápidamente me preocupo y me ocupo. Vuelvo donde ella y ella me ayuda. Caminamos en su búsqueda, sin saber hacia dónde nos conduciría.

Llegando al génesis, alguien nos dice: “fue un pollero, flaquito él; anda en un motor”. Animamos nuestro paso en búsqueda del “pollero”. Preguntamos a todos, pero se había ido. Solo nos quedó la espera y el regreso.

Del omega al alfa, encontramos la sorpresa: joven en motocicleta, acompañado, y una funda de pollos.

El detective en mi, sale a relucir. -Mi pana, sin vueltas ni rodeos, dame mis 9mil pesos. -¿De qué me hablas tu a mí. No los tengo” -me respondió con firmeza. Me acaloré. Disentimos en una gran polémica, sin que el agua se derramara. El pricuñado llega. Siguió la diatriba. El acompañante se desmonta con intenciones marcadas en sus grandes ojos negros. El pricuñado acintura su mano. El acompañante se detiene, la discusión sigue. El pollero me convence. El acompañante me dice: “soy militar, esto no se quedará así”. En fin, el pollero no era el buscado. Termina el acto. Pasos adelante, encontramos al “verdadero pollero”. Nos hace media entrega; lo otro se había perdido. Cada uno toma su rumbo.

Me voy, salgo a hacer lo que tenía que hacer. Lo hago. Voy a casa. Me baño. Comienzo a vestirme y ¡ring! suena el teléfono. Era ella. Me dice “aquí están los azules, son muchos. Quédate allá. No salgas, yo te llamo”. Así lo hice.

Los azules se habían ido. Ella vuelve a llamar: “Ya todo pasó. Ven a la iglesia. Te esperamos”. Termino de vestirme e inicio el camino a la iglesia para el bautismo. Bautizamos. Salimos hacia la casa de ella. Ya ella no era ella, era mi comadre. Eran las 12 pm. El manjar nos esperaba, pero algo preocupaba. ¡La pistola del compadre! ¡Los azules se la habían llevado!.

Salimos a buscarla, mi cuñado y yo; el ya no era mi pricuñado, era mi compadre. Llegamos a la estación de los azules. Me presento. Nadie me hace caso. Hago lo que el abogado me dijo que hiciera. No resultó. Mi compadre se queja. Un azul con poco rango se lo dice al azul de mayor rango. ¡Quítenle la correa y tránquenlo! fue la respuesta. El compadre entrega algunas cosas y lo encierran en la mazamorra.

Llamé al abogado. “Pásame al azul mayor” me dijo. Así lo hice. Hablaron por mi teléfono. Un minuto después, sale otro de los azules de la oficina del comandante. “Rodríguez, un 466”.

Quítese la correa” me dice Rodríguez. -¿Yo estoy preso también? - pregunto. - Así lo dispuso el comandante - me dijo. Hice mis llamadas correspondientes. Entregue cartera, celular, correa y no sé qué más sin pestañar. Conozco las formas de respuesta de estos animales azules para quienes osan retar su dictatorial y grotesca autoridad.

Entré a la lúgubre celda. Al tenebroso calabozo. El compadre, David, El Grande y El Flaco estaban ahí; yo les acompañaría. Yo les acompañe. Éramos 5. Eran las 12:55 pm.

La celda era maloliente, pero me sentí seguro, aún entre desconocidos y diferentes. - ¿Cuál es tu historia? - me preguntó el pequeño David. - ¿La mía?, la historia de malditos azules abusadores…… - y se la conté. - Ustedes se les ve que no son de ná - me dijo.

Entre risas, llegó un pica pollo para los que sí eran de algo. - Como hermanitos - dijeron. - No gracias; ya hemos comido - le dijimos. - Lo que llegue es para todos. Aquí nos defendemos contra el que llegue. No se preocupen, aquí nadie se meterá con ustedes. Ustedes son de los buenos y nosotros los cuidaremos - dijo el pequeño David, quien era una “volanta” conocida por tomar cosas ajenas por la fuerza a punta de pistolas….. y sin devoluciones.

Siguieron llegando ocupantes efímeros. “Pa’ la limpieza” les decía David, y entregaban algo de dinero. Solo uno se negó y “yilé en cara” tuvo que “pelar por billete” para “la limpieza”. Estos fueron tan solos partes de las muchas anécdotas de ese día, de las que solo contaré una más.

Llegó un llorón “en alta”. No tenía dinero para la limpieza, pero si para las narices. Abrieron las bolsitas, las manos y las narices. Absorbían como aspiradora el “talco Chichí” que trajo el llorón. Este proceso se repetía cada 10 minutos ante mi absorta mirada.

Durante toda la tarde, nuestros familiares y amigos habían pasado parte de la tarde yendo y viniendo. Todos a la espera de que el egocentrismo del comandante azul definiera nuestra situación.

Ya eran las 6 de la tarde cuando el azul dio la orden de excarcelación. Ya en su oficina nos dijo “Deben estar mañana a las 8am, porque lo de ustedes es grave. No salgan de sus casas hoy, y mañana temprano aquí” nos dijo el comandante azul. Todos hablaron, menos yo. Pregunté por dentro de mi ¿Grave de qué?, ¿qué fue lo que hicimos? ¿Qué fue lo que hice?. Me sentí cobarde. Nos fuimos a casa.

No puedo negar que me sentí anquilosado, impotente y vencido ante tanto abuso de autoridad. Y me pregunté dos cosas: ¿Cuánta gente pasará por esto todos los días?... esta respuesta no la tengo.

La otra: ¿cómo un día de mudanza y bautizo, pudo terminar en una lóbrega y tenebrosa celda? De esta si tengo respuesta: ¡El endiosamiento del poder dictatorial y medalaganario de la Policía Nacional de la República Dominicana!

¡Increíble!, de la iglesia a la cárcel.

PD: Debo agradecer a mucha gente que fue solidario para conmigo ese día. No mencionaré sus nombres, pero recuerdo sus caras y espero en Dios que un día me haga devolverle ese gesto de solidaridad que tuvieron.

"I always tell the truth, even when I lie"

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