La reacción de Siko ante la comunicación de su querido amigo.
Con el pliego de la carta todavía doblado sobre sus rodillas y una sonrisa representada en sus mejillas no muy bien encajada, Siko retrocedía en el tiempo fijando sus ojos en un lienzo desnudo de la pared.
Vestido con un impecable traje gris de alto ejecutivo, sosteniendo un costoso Tabaco Habanero entre el dedo índice y pulgar y acomodado en su lujoso sofá, así permaneció no sabría decir cuanto tiempo. Hasta que la voz de su joven compañera, vino a espantar los fantasmas de su adolescencia.
¿Te ocurre algo, Siko?
Has dejado caer en la moqueta toda la ceniza de tu preciado Tabaco.
Perdona, es la fatiga de toda la mañana. Yo mismo la limpiaré.
Pienso que hay algo importante en esa carta, contesta ella.
Se trata de Wagner un amigo de infancia que fue más que un hermano.
Nunca hablaste de él.
El era agua pasada cuando me conociste.
Señalando la carta con el dedo índice, pregunta ella, te sugiere algo.
No. La suya era amistad más allá de todo interés.
Nos unió un afecto entrañable. Ni dentro ni fuera del partido, pude contar con alguien tan generoso.
Siko hombre habitualmente distante y frió para todos los asuntos ajenos a los estrictamente familiares, comenzaba a expresarse con inmensa afectividad provocando esto en su mujer algún interés de saber que sucedía y logro asomarse junto a él y comentar en tono confidencial:
Dicen que la buena amistad se puede comparar a un matrimonio del espíritu.
¿Cómo era él?
Frívolo y despreocupado de todo compromiso comunitario respondió Siko, agradecido por aquella ocasión de desahogo que le brindaba su amada.
Hicimos juntos los dos primeros semestres de colegiado universitario pero, como el decidía por los números y yo por las letras separamos nuestra confidencialidad estudiantil.
Nuestras largas conversaciones acerca de la igualdad de oportunidades no lograban prender en él la más mínima llama de entusiasmo. Disfrutaba de un talento poco común, pero se limitaba a aprobar los exámenes; coleccionaba chicas como si fueran mariposas; poseedor de gran talento deportivo, un hijo de papi y mami al que yo catalogaba de anarquista de derechas, sucumbiendo en la vorágine del consumo.
Pero cómo conseguiste congeniar por tanto tiempo, pregunta su damisela.
En nuestra juventud habíamos establecido un pacto secreto de amistad, y hacíamos lo imposible por cumplirlo contesto Siko. Eso daba solidez y garantía a nuestra relación cuando surgía alguna discrepancia o desavenencia, hasta que la política nos separó abismalmente.
La autentica amistad no se compone solo de tener ideas comunes. Hay otras cualidades increpo su amada.
Si pero, yo creía con firmeza que no hay otros ni más fuertes lazos de unión entre las personas que los de la clase social a la que se pertenece respondió Siko. Yo estaba convencido de que a los secretos compartidos y a la fidelidad había que anteponer la fe en la misma causa. Pero, él seguía siendo un hijo de la clase adinerada, en tanto que yo lo era del pueblo más humilde. Desde mi punto de vista, sólo podíamos seguir unidos si me acompañaba a transformar aquel orden injusto en que nos encontrábamos y que hoy persiste.
Su joven esposa, Yolanda esbozó una sonrisa de incredulidad. Para ella estaba demasiado claro que la gente es dueña de virtudes y defectos bajo cualquier ambiente y circunstancia. Aunque cambien los gobiernos, las personas acaban siempre por parecerse demasiado a sí mismos. Tú, por ejemplo, Siko, ayer eras casi un desconocido incluso entre tus compañeros de partido, y hoy has pasado a Presidir el Tribunal Electoral sin embargo, yo todavía no he apreciado esa diferencia, no porque resulte invisible, sino porque la veo demasiado efímera.
Yolanda y Siko prolongaron la conversación hasta la comida e intercambiando puntos de vista.
En la próxima entrega le contaremos hasta donde se extendió la conversación
"Siempre digo la verdad, incluso cuando hablo mentiras"
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